martes, 25 de agosto de 2009

La videopolítica como un instrumento para un proyecto nacional

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La internet como instrumento para un proyecto nacional

¿Puede una herramienta de transmisión de información impactar sustantivamente en el mundo o en alguna de sus facetas importantes, como la política? Veamos: la invención de la imprenta y la posibilidad de copiar masivamente libros cambió la historia, al acelerarla, pues facilitó que las ideas circulasen con más rapidez. Lo mismo está pasando con la internet: al igual que la imprenta, está ampliando el universo de productores de información, así como el de consumidores de la misma, acelerando la velocidad de circulación de las ideas.

Y las ideas le dan sentido a la acción, por lo que su mayor difusión facilita la acción colectiva basada en un sentido común. Ahora bien, para que una idea se haga "sentido común" tiene que conectarse con las emociones de un gran número de personas, trascendiendo diferencias de formación y de personalidad. Y cuando esto se da, el resultado no necesariamente es positivo, pues el sentido común de un grupo puede corresponder a una idea errónea o nociva. Ejemplo: la idea de que los extraños pueden ser pishtacos, en ciertas áreas rurales, la idea de que "todos los políticos son corruptos", o la de que "si no paran los colegios, la gripe contagiará a los niños". Pero también hay ideas que muestran a una población alerta ante maniobras de distracción: "esto es una cortina de humo para distrarnos de algo importante que se quiere ocultar". En suma, el sentido común es neutro respecto de la veracidad de las ideas que lo sostienen.

Sin embargo, la posibilidad que da la internet de que muchas personas puedan compartir masivamente ideas e información, permite un proceso de verificación cruzada, que dejará en pie solamente a las más consistentes y útiles: es común encontrar en la internet desmentidos a informaciones que se consideraban verosímiles. Por ejemplo, el 5 de junio del 2009, la información sobre lo que pasaba en Bagua iba cambiando hora tras hora, al punto que al día siguiente la verdad resultó tener un cariz opuesto a lo que inicialmente circuló: lo que comenzó con una masacre de indígenas a manos de policías terminó siendo lo contrario, si sólo contamos a los muertos (si contamos a los heridos, tendremos una verdad más completa: ambos grupos fueron masacrados, en un episodio más de la tragedia de la vida peruana). Y quienes no están atentos, pueden cometer gruesos errores, como ocurrió en el caso mencionado.

Pero quienes sí están atentos pueden generar ideas que orienten a los demás para encontrar un sentido útil para la vida entre el mar de ideas que circulan: pueden generar "buen sentido", tras hacer pasar las informaciones por verificaciones cruzadas, que permitan distinguir a las más consistentes y relevantes. El buen sentido ayuda a clarificar las cosas, a ver más allá de las apariencias. Por ejemplo: a ver que el atraso no es culpa de los pueblos, sino de sus dirigentes. O que la pobreza no es un mal inevitable, sino un efecto que podría evitarse con decisiones adecuadas. Entonces, el reto para los ciudadanos que quieren transmitir mensajes es hacernos portadores del buen sentido y convertirlo en sentido común de las mayorías.

Para esto la internet puede significar una gran oportunidad, pues en ella las ideas se filtran mediante el diálogo de todos los internautas, cuyas diferentes perspectivas ponen al descubierto las inconsistencias más gruesas, lo que facilita que las mejores ideas sean las que queden. Como la internet es interactiva - la comunicación es de ida y vuelta, los receptores plurales opinan y se vuelven emisores - los engaños no duran mucho, pues siempre aparece alguien que los descubre.

Esto exige a quien quiera usarla para difundir ideas, sinceridad y consistencia en lo que dice. Si las ideas son correctas y enganchan con la gente, pueden generar un sentido común basado en un buen sentido. Y esto es movilizador y transformador. Como lo es la generación de un proyecto nacional que le dé identidad a la población peruana. Tarea propia de la política, en el sentido estricto de lo que es la política: acción por la polis, por los asuntos públicos. Y no hay mayor asunto público, es decir, político, que la construcción de proyectos comunes, de ciudad y de Nación.

Proyectos comunes que en un país como nuestro Perú podrían resolver los problemas de pobreza e identidad que nos aquejan desde el inicio de la República. Asumiendo que estos problemas son consecuencias de un proyecto de país y de ciudades compartido, sin exclusiones basadas en la posición social, económica o cultural. Por ejemplo, en un barrio, primero es la decisión compartida de hacerlo agradable, con áreas verdes, limpieza, amabilidad de la gente y solidaridad entre los vecinos y con los visitantes; y a consecuencia de estas decisiones se irán generando las costumbres que le darán identidad al barrio.

La política constructora, aprovechando la velocidad de transmisión de la información y los instrumentos contemporáneos para hacerla circular en las mentes de las personas, deberá impregnar en la mayoría de los peruanos y peruanas, las ideas base de un proyecto nacional; e impulsar las prácticas que, desde nuestras diversas poblaciones, apuntesn a un objetivo nacional común. Así será posible que el 2021 podamos celebrar el 200 aniversario de la declaración de la independencia del Perú en un país integrado, solidario y donde todas las personas puedan desarrollar sus vidas, sus capacidades y su libertad.

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lunes, 27 de agosto de 2007

Identidad chola como peruanidad



Identidad chola como peruanidad. Afirmaciones en torno a la oportunidad de construir una identidad peruana

Pier Paolo Marzo R.
Ciudadano constructor
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Afirmar una común identidad peruana como condición de un proyecto nacional

Sin duda, el Perú carece de un proyecto nacional que oriente las propuestas y programas de sus dirigencias políticas y, en general, de sus dirigencias sociales. Es más, las dirigencias políticas nacionales y la burocracia nacional suelen ser percibidas como desconectadas de las necesidades e intereses de la mayoría de la población. Quizá por ello millones de soles, cientos de proyectos y decenas de programas sociales no mellan la pobreza y sus múltiples manifestaciones a lo largo y ancho del Perú.Ante dicha realidad, la ausencia de un proyecto nacional ordenador de las diversas demandas sociales y propuestas políticas requiere ser afrontada como un problema central en el Perú, si se quiere cambiar radicalmente esa desconexión y las consecuentes fragilidades del Estado peruano, incluyendo sus inefectividades burocráticas. Pero un proyecto nacional requiere resolver la fractura identitaria que nos marca desde las invasiones españolas de principios del siglo XVI, reafirmadas tras la derrota de Túpac Amaru II a finales del siglo XVIII y desatendidas durante los siglos XIX y XX, en los que gobernaron nuestra patria dirigencias políticas mirando únicamente hacia los descendientes de los invasores, salvo contadas, aisladas y utilitaristas excepciones.

Es más, aun hoy las dirigencias políticas no terminan de expresar al Perú cholo que construye ciudades, diseña vestidos, reinventa comidas, crea y recrea música, pintura, poesía, cuentos, organizaciones, blogs, etc. Hacerlo conlleva al menos dos tareas: i) la de autoidentificación con las bases reales de la peruanidad y ii) la de proyectar una visión de lo que queremos expresar como peruanos ante el mundo, en el futuro próximo. Tareas que requieren de nuevos actores políticos que asuman los retos respectivos.


Afirmar la igualdad en peruanidad como condición para una República de ciudadanos


Pero ¿existe o puede existir la “peruanidad”?. Si queremos construir una Nación sólida, la respuesta no puede sino ser SÍ. Pues una Nación es más que un acuerdo sobre límites y otro sobre organización jurídica. Una Nación es también autoidentificación de una cierta hermandad entre quienes compartimos un pasado común y un destino común, los conciudadanos de la Nación. Y esta autoidentificación presupone elementos culturales, acuerdos compartidos sobre qué nos identifica como connacionales, peruanos en nuestro caso. Pasarlos por alto supondría una cohesión meramente formal y por lo tanto, una debilidad intrínseca en la convivencia. Esto es lo que le ha venido pasando al Perú durante la República formal que sucedíó al virreynato. Por eso se explican las fracturas que facilitaron las derrotas de la Confederación Perú-Boliviana y de la guerra del Pacífico, así como la cruenta política peruana del siglo XX y el conflicto armado interno que cerró ese siglo con 69 mil víctimas, la mayoría quechuahablantes... En todos esos conflictos hubo una negación absoluta de la común peruanidad de inmensos sectores de nuestra población... En todos esos momentos se evidenció que unos se sentían esencialmente distintos a los otros. Por eso también, cuando baja la temperatura, todos los años mueren niños y ancianos que de haber estado bien nutridos y abrigados no morirían: mueren porque las dirigencias políticas nacionales no los identificaron como peruanos, iguales en dignidad a ellas mismas y merecedores de los mismos entornos sociales que garantizan la vida ante, por ejemplo, factores climáticos.

Superar esa dificultad para entendernos como iguales en peruanidad resulta esencial para que la idea de una República de ciudadanos cobre sustancia en el Perú. Pero para que eso ocurra, tenemos que partir reconociendo y valorando un elemento central de nuestro punto de partida nacional: nuestra condición de vivir en un país heredero cultural de la gran civilización andina y de la gran civilización europea, a la que se añadieron importantes aportes africanos durante todo el período virreynal, chinos en el primer siglo luego de la independencia de España, y de muchos otros pueblos en el siglo XX, incluyendo los pueblos amazónicos. Herencias o aportes que en su mayor parte no se aislaron, sino que se mezclaron, o, mejor aun, se fusionaron y se siguen fusionando, generando un mestizaje singular, una identidad nueva y distinta; en las que los aportes culturales no se pierden, sino que permanecen enriqueciendo la nueva identidad.


Afirmar la choledad como punto de partida de nuestra peruanidad

¿Cómo caracterizar esa identidad peruana producto de la confluencia de elementos culturales andinos, europeos, africanos, asiáticos? Cómo ya ha sido caracterizada: como mestiza. Pero no de cualquier manera. En el Perú hemos inventado un tipo de mestizaje único en el mundo, y ya le hemos puesto un nombre: “cholo”. Los peruanos nos llamamos “cholos”, le llamamos “cholita” a nuestra amiga linda, “acholamos” el pisco cuando mezclamos variedades de uvas. Lamentablemente, algunos, los que no quieren reconocer a todos los demás como sus hermanos en peruanidad, sus iguales en ciudadanía, “cholean” despectivamente a quienes no tienen el dinero, el color, la dicción, los ternos o trajes de “su nivel” o “condición social”, a los que no pertenecen a los círculos de la “GCU” (“gente como uno”), a los que no podrían entrar a ciertos clubes o discotecas (cada vez más marginales, ciertamente). Peor aun, muchos, a pesar de no compartir esos criterios discriminadores y alienantes, tienen internalizados los prejuicios contra el mestizaje cholo de la peruanidad, por lo que les cuesta aceptarlo como un signo de unión entre peruanos y peruanas.

Pero no hay alternativa. Y si bien es cierto que en su origen la palabra "cholo" fue usada como un despectivo, como tantas otras cosas y conceptos, lo que fue marginado y echado al final de la escala social, ha insurgido y se ha puesto en el centro de la vida común. Es pues el tiempo de aceptar que sólo valorando nuestro peculiar mestizaje cholo, que trasciende lo racial o lo étnico, que se proyecta culturalmente en muchísimas de las manifestaciones que expresan "lo peruano", podremos afirmar una República de ciudadanos, sólida en su base y poderosa en su proyección. Pues sólo afirmando una ciudadanía común, pero no formal únicamente, sino densa, llena de historia y de historias fusionadas, nos sentiremos bien de ser peruanos o peruanas. Y afirmarnos como cholos o cholas, queriéndonos así, es afirmar y querer nuestra andinidad, nuestra europeidad, nuestra africanidad, etc. Es afirmarnos afirmando al otro, que tenemos en frente, reconociendo que sus aportes nos han enriquecido a todos.

Cierto es que aun estamos lejos de afirmarnos de esa manera. Cierto es que seguimos pasando a las celebraciones sin “ver” a los conciudadanos excluidos de toda celebración por su extrema pobreza. Es verdad que buena parte del poder económico y político de nuestro país se concentra en quienes no reconocen la igualdad ciudadana de todos ni la valía cultural de los aportes andinos, amazónicos y africanos y, por lo tanto, al no reconocer a esos otros, tampoco se reconocen a sí mismos como cholos. Pero también es cierto que eso está cambiando. Como cierto es que las fuerzas políticas que aceleran ese cambio están organizándose. Con estas certezas podemos decir que afirmarnos como cholos y construir así una nueva peruanidad, inclusiva, es punto central de las agendas de cambio que la política tiene que proponerle al país. De esa manera podremos construir una nueva elite política para el Perú, que se distinga por proponerle un proyecto nacional que supere sus fracturas y lo haga una verdadera comunidad de ciudadanos y ciudadanas, profundamente orgullosas de su peruanidad chola. La oportunidad histórica está frente a nosotros. Sólo nos queda dejarla pasar o aprovecharla...

jueves, 1 de marzo de 2007

¿Qué tipo de partido necesita el Perú?






Es quizá una de las posibles repreguntas a la de Zavalita, aquél personaje literario que en la década del 50 del siglo pasado se preguntaba, en el bar limeño La Catedral”, “¿cuándo se jodió el Perú?”. Pues si uno piensa en ¿cuándo dejará de estar jodido?, al menos en su dimensión política, necesariamente tiene que preguntarse por las organizaciones que lo gobiernan o aspiran o gobernarlo: los partidos políticos.


Precisamente, los recientes resultados electorales locales y regionales ayudan a resolver la pregunta por el tipo de partido que necesitamos. Pues nos muestran qué tipo de organizaciones políticas nos sobra, de lo que puede extraerse qué es lo que nos falta.


1. En efecto, queda claro que los peruanos y peruanas no necesitamos de un partido local o regional. Tenemos bastantes y exitosos. Incluso, los partidos de rótulo nacional (Unidad Nacional, Partido Aprista Peruano, Alianza para el Progreso, Partido Nacionalista, Unión por el Perú, Avanza País, Movimiento Nueva Izquierda), actúan como fuerzas políticas regionales. En cambio, necesitamos de un partido nacional. Con un proyecto nacional. Que recoja y dialogue con los mejores proyectos locales y regionales, y se nutra de ellos.


2. Asimismo, no necesitamos de más partidos organizados alrededor de un líder o aspirante a líder. Tenemos bastantes y exitosos. Necesitamos un partido - institución, que la gente identifique al margen del candidato. De manera que sus símbolos sean algo así como un sello de calidad: la gente, al verlo, habría de saber a qué atenerse con los candidatos que presente, aunque sea a grandes rasgos. Eso exige construir simbologías que transmitan mensajes, mantener pautas de actuación identificatorias, y cultivar actitudes en sus militantes que los distingan. Casi como generar una cultura política. En el siglo XX el APRA lo logró y hasta el 19 de noviembre del 2006 usufructuaba de eso en algunos lugares del Perú, donde la gente marcaba la estrella al margen del candidato.

Es decir, se trata de que la simbología represente una institucionalidad. No sólo porque la política implica afectos, sino porque las instituciones garantizan continuidad, y la continuidad facilita la evolución social[1].


3. Finalmente, tampoco necesitamos de un partido cuyo programa se centre en "obras", aun cuando sean necesarias o busquen beneficiar a quienes sí las necesitan. Tenemos bastantes de esos. Lo que el Perú necesita es un partido que dirija cambios en las relaciones entre las personas, a fin de que asuman la común ciudadanía de quienes habitamos el país. Sin excepción, el desarrollo de los países exitosos pasa por cambios actitudinales en sus pobladores; los cuales, para que sean nacionales y sostenibles requieren de de un persistente liderazgo político.


Lo dicho podría ampliarse o mejorarse. Y, principalmente, realizarse. Pues el momento histórico actual es el de una ventana de oportunidades, a nivel nacional e internacional. Pero requiere de actores que las aprovechen, para todos. Es decir, de la organización y la militancia que lleven a la política en el Perú a la altura de los avances económicos y culturales que las peruanas y peruanos estamos consiguiendo.



Pier Paolo Marzo R.


[1] A propósito de las elecciones municipales, puede verse cómo la continuidad del gobierno local como institución va, lentamente y por sí misma, mejorando la calidad de las obras municipales. Así por ejemplo, cada vez es más común la valoración de las áreas verdes en las ciudades. " title="vínculo permanente">#